declaración de artista

Juan Alvarez-Durán es cineasta y artista visual. Su formación y práctica artística han estado de la mano por su formación autodidacta. En la prueba y el error ha encontrado importante mostrar el proceso dentro de la misma obra. Su obra se ha centrado en una primera etapa en la representación, con los vínculos naturales a la identidad y la nación. En su primera videoinstalación, Alusiones/Ilusiones (2009) apropiándose de representaciones corporales (realista y didáctica) tres pantallas ponían en tensión una mirada de dos ojos, concepto katarista (ojo eurocentrista, ojo indio) que con un espejo grande oponiéndose a las pantallas permite cerrar el concepto al enfrentar al espectador. Textos que sólo podían ser leídos dando la espalda a las imágenes permiten finalmente al asistente ser parte de la obra.

Siguiendo en el enfrentamiento con la representación, y entendiendo que el campo de batalla era la pantalla, como receptáculo del mundo y también como agente de pasteurización de todos los discursos, su obra fue encontrando en los bordes y sobre todo en la relación fotografía (aprehensión de un instante y validación como objeto y memoria) con el cine y el audiovisual (falsa ilusión de movimiento) una veta de trabajo muy interesante, primero con In Between (2010), sobre la base de 400 fotografías de un dormitorio durante el amanecer y que referenciando el cuento de Poe (El Pozo y el Péndulo) es una reflexión sobre la muerte, siguiendo los lineamientos planteados por Sontag. Pasando por su primera exhibición individual en 2012 Imbricaciones/Imprecaciones. Una obra que ponía la proyección sobre una pantalla de agua, en la que una mujer desnuda giraba mientras en el fondo se veían los textos en español y aymara sobre la vida de cristo (1612) mientras en latin se rezaba el padre nuestro, para en un tercer momento ver un tipo de escritura ideográfica encontrada hace medio siglo en el altiplano boliviano. En una primera instancia evidencia el gesto colonial sobre las sociedades ágrafas, la creación de un discurso justificatorio sobre los otros para asentar su auto asumida superioridad y las apropiaciones de los colonizados en un acto de resistencia carnavalesca.

Ese vínculo se ampliará con el archivo, fotográfico y audiovisual, como elemento central para repensar los tópicos que han ayudado a constituir, entendiendo que el arte no es solo una ampliación de los discursos y/o representaciones del otro, sino más bien una posibilidad mediadora no institucional que pueda permitir un diálogo franco y una comprensión profunda, es así que Sócrates (2013) traza un recorrido sobre las fotografías de Posnansky y un juego con el falso documental para evidenciar con la forma y el contenido que hemos hecho las cosas mal. Eco del Humo (2015) sobre la incomodidad de no encajar en la falsa identidad que se asume cuando se habla de lo boliviano y Saldos (2016) sobre la creación de una imagen de la nación desde un lugar periférico, juegan tanto con su narrativa la primera, como con su montaje la segunda a evidenciar el lugar complejo y abigarrado de este espacio que llamamos Bolivia.

Nosotros, los bárbaros (2020) será el culmen de las investigaciones y el trabajo desarrollado, llevando adelante puestas en escena en escenarios abstractos con escritores aymaras que hablen de su cultura y las tensiones con los no aymaras. Todo para construir una imagen diferente sobre lo aymara sin olvidar el proceso que lo constituyó.