Navegar el fuego (Crónica del proceso de Montaje de Algo Quema)
Septiembre 2018
El director, Mauricio, nieto y homónimo de Alfredo Ovando, había compilado un corte de poco más de una hora, un amasijo emotivo, encriptado familiar inteligible fuera de ese ámbito. Trajimos una montajista uruguaya, Cecilia para abrir eso. La primera semana empezamos a construir el barco que navegaríamos casi por 6 meses. Horas dedicadas a revisar un material de diferentes formatos y que se hacía pesado, por la reiteración de los lugares, los gestos y los personajes.
Sabíamos que lo que nos importaba era un periodo de 5 años, de 1964 a 1969, aunque los resquicios permitieron imágenes de mucho antes, y mucho después, la película está organizada de manera cronológica, aunque estaba claro que no haríamos una película histórica, sino más bien una película familiar y emocional, el reto siempre latente era la responsabilidad ante los hechos.
Con un bagaje audiovisual nos animamos a hacer una estructura, primero en una pizarra, lo que nos permitía orientarnos básicamente. En papel las sucesivas partes del relato estaban claramente identificadas, los personajes fueron apareciendo, aunque dos entrevistas ya estaban grabadas, la mayoría de las mismas fueron pactadas a medida que armábamos ese cúmulo de imágenes. Las relaciones que se pueden establecer en ese punto son infinitas y es preciso ser consciente del sentido que se va indicando, todo es posible. En ese mar de imágenes, navegando asaz de las imágenes escogimos con estos filtros: si había algo familiar ligado al poder estaba dentro, si era un acto relacionado al personaje en su función militar entraba. Una estrategia de brindarnos el material fue descubierta al inicio del montaje, un padre y un hijo ven material familiar que han olvidado o desconocían, esas sesiones también eran únicas, mucho del material se quemaba en nuestras narices, la huella de esas sensaciones en pantalla era el rótulo de muchos de esos videos, metamorfoseado, algo quema empezó a revelarse como el concepto base.
El montaje es un viaje peligroso, he ahí su encanto, las posibilidades de relacionar imágenes, de conjurar la polisemia, o en nuestro caso, bajo su halo, tratar de dar una idea de un tiempo del cual solo tenemos imágenes, las ruinas de un pasado. Este proceso difícil, sobre todo para el director, arrastraba su trazo más o menos 7 años, con altibajos y abandonos, requirió del equipo un soporte durante esos recorridos áridos, muchas veces decisiones precisas tardaron en llegar, primero por el desapego necesario para lograr un discurso propio, y segundo porque las versiones sobre el abuelo chocaban de manera directa, lo familiar en color y lo institucional en blanco y negro, pugnaban con similares matices un lugar en la película. Teníamos un pequeño margen para hacer una película que no sea una hagiografía de un hombre muerto, y tampoco teníamos motivos para denostar al militar que el azar coloco como abuelo de un niño que jamás conoció. Navegar éste mar de imágenes nos retaba a ser precisos, lo indicial en la sucesión de las secuencias y las entrevistas que fueron pactándose, necesitábamos que establecieran claramente nuestras relaciones. Así también mantener y apagar el fuego del cine militante, vivíamos la paradoja, el oxímoron como el bombero de Bradbury, Sanjinés y el grupo Ukamau nos daban elementos
importantes para trabajar contrapuntos a lo familiar, a las entrevistas, pero sabíamos que incidir en eso tampoco nos servía, como con las cintas, este fuego puede quemar todo y no dejarnos nada, como todo cine militante la destrucción de sus propios creadores es latente.
El trabajo diario entre el director y la montajista funcionaban con alternancias, convivían durante horas en un mismo espacio con la otra dupla de sonido, algo que no siempre se da, es así que enfrentar un tema tan personal y con los elementos que hacen de un personaje público, necesitaba salir del lugar perfecto que había creado la familia, para hacer crecer la duda. Aunque esa llama todavía era incipiente en el director, el equipo trabajaba por avivarla, las piezas fueronencajando en un collage en la dinámica de la prueba y el error. El diseño de sonido con Ajayus de Antaño1 se hacía paralelamente y los diálogos eran enriquecedores para concretar un sentido básico a la película, ya después la experiencia de cada espectador completara su vivencia en el cine. Partíamos de un gusto minimalista, que sugiriera, más que certificara emociones, ese gusto ascético era como siempre un juego de postas con las imágenes, ese trabajo fue de un detalle que siempre se agradece. Mi labor itinerante, esa distancia de no tener el material todos los días, me permitía poder acotar sobre elementos que a la dupla básica los abrumaba. Esa dinámica funcionaba bien por la sensibilidad del tema, por la manera en que empezaba a nacer. El equipo asumía su compromiso y comentaba en los visionados intermedios sobre la película que estábamos construyendo, coincidíamos en la necesidad de asumir lo que tocara como nieto, y nosotros con él. Esos dos meses con la montajista, tuvimos que desnudar a un abuelo, sin huirle a la maldad de sus actos y la generosidad de sus palabras al leer un libro a sus nietos, ambas caras convivían en una misma persona. Días enteros fueron de inercia, reculábamos entre saber que los hombres odian y matan, de manera tan cercana es algo para lo que nunca estaremos preparados, y la necesidad de avanzar en la película como obra creativa. Decidimos empezar con el entierro, ya que Mauricio nació 4 años después de que el abuelo murió, era establecer nuestra relación básica, después fuimos hilvanando un conjunto de imágenes que identifiquen a los que veríamos durante toda la película, partiendo del director, los hijos y los nietos, ese transitar las palabras, las imágenes y los sonidos de gente que se reconoce y que olvida fue muy duro, porque fuimos sondeando estrategias sutiles de encubrimiento y justificación, ese transitar los nombres y los gestos, nos hacía presenciar maneras de sobrevivencia que solo lo maquinal y la labor de montaje puede hacer evidentes, mucho de lo que fue captado venia de diferentes fuentes, muchas de las cuales nunca pudimos identificar, era la única relación que manteníamos con ellas, nos gustaba lo mismo, crear imágenes.
Fuimos avanzando, en las diferentes facetas del abuelo, era un ser como cualquier otro, con defectos y virtudes, las entrevistas nos daban elementos muy precisos, muchas veces los silencios, los gestos eran más importantes que cualquier cosa dicha, es por ello que medida que ya clarificamos nuestra posición y convencimos al director, nos enfrentábamos al final. Filmamos tres finales, pedimos ayudas a la novia, filmamos el cuerpo que siente que las imágenes lo impactan.
Nada funcionaba, era necesaria la voz, tal vez como acto liberador hacer plausible una posición necesita de un auxilio de las palabras, para ser sanadoras, esa sesión fue guionizada, las palabras debían ser precisas, la metáfora que permitía un cierre acorde, la reunión familiar estaba convocada, verían el avance de todos los bloques, pondrían su cuerpo, y a cambio les pedíamos acompañar el fuego. No fue una sesión fácil, no fue menos decidir cómo terminar este proceso y brindarlo al público, esa emotividad que cierra la película solo se podía hacer una vez, el director planeo y filmó de manera justa, aunque el quiebre fue evidente, pero la catarsis fue total. Tuvimos un mes más de trabajo de sonido, de afinar las emociones, de visionar con amigos cercanos lo que había sido construido, el miedo latente y los nervios de las posibles respuestas siempre se hacen presentes en cada visionado. Paralelo a nuestro trabajo leímos a Antezana y su ensayo sobre el ideologema2 del nacionalismo revolucionario, también Los Afectos de Rodrigo Hasbún, la novela y en si todo acto creativo como imaginería de un tiempo, un acto ficcional por excelencia, es restablecer una relación, que vivida o no, necesita saber navegar el fuego de las urgencias históricas, que se definen de manera epocal, nuestra generación no vivió las dictaduras y
escuchamos a menudo mencionar esos tiempos tanto para denostarlos, como para evocar felicidad y orden. Aquí nosotros queríamos una película con todas sus letras, una experiencia para el cine, de un hato de imágenes ordenadas y trabajadas para dar una sensación compleja, una manera de entender el pasado y poder convivir de manera responsable hoy con el.
1 Ajayus de Antaño es un proyecto de recuperación de material fonográfico en formato vinilo.
https//:78rpmbolivia.blogspot.com
2Antezana, Luis H., Sistema y procesos ideológicos en Bolivia (1935 – 1979) en Ensayos Escogidos, Plural
Editores, 2011, La Paz, Bolivia págs 247 - 274
Una versión editada fue publicada en la revista rascacielos y se puede ver aquí https://www.paginasiete.bo/rascacielos/2018/9/9/navegar-el-fuego-192887.html?fbclid=IwAR3WMeXgX-Y0LoLVlh_mwezVQjdkgxvXQ_4Hwkxwd4mT3lEP8y6QM-pkeQQ